Por Damián Jacubovich geopolitólogo y analista internacional
Tuvo que haber una llamada telefónica del propio presidente Barak Obama a su
homólogo ruso Vladímir Putin este domingo 14 de febrero para calmar unas aguas
que se estaban poniendo de lo más turbulentas en materia de relaciones
internacionales entre Occidente y Rusia. Frente al desastre diplomático que se
estaba gestando luego de unas fuertísimas acusaciones que volaron de un bando
al otro el día anterior durante la Conferencia de Seguridad desarrollada en Múnich,
la llamada entre ambos mandatarios sirvió para poner paños frío sobre diversas
cuestiones como la crisis de Ucrania; pero sobre todo para tratar de llegar a
un acuerdo entre las dos potencias respecto del tema candente de
la guerra en Siria. Luego del intercambio telefónico, Vladimir Putin anunció un
acuerdo verbal en el asunto sirio con la necesidad de "crear un frente
antiterrorista único renunciando a los dobles patrones”.
El día anterior, la frase en boca del Primer ministro ruso Dimitri
Medvedev había sacudido los pilares del statu-quo geopolítico actual: “La política de la OTAN hacia Rusia es poco amistosa y terca. Para ser sinceros, nos
estamos desplazando rápidamente a un periodo de una nueva guerra fría”
Durante la conferencia de Múnich, el intercambio entre los dirigentes
rusos y occidentales venía cada vez más subido de tono. Dicha conferencia fue
eje de varios temas geopolíticos “picantes”: Ucrania, la crisis migratoria, el
conflicto sirio…Las asperezas esgrimidas entre el bloque ruso y Occidente durante el encuentro sobre
todo respecto de Siria hace planear un mar de dudas respecto a la posibilidad
de lograr un acuerdo de cese el fuego en Siria.
Las declaraciones del actual primer ministro ruso Dimitri Medvedev no dejaban
muchas esperanzas en ese sentido al afirmar « el panorama se ve más oscuro que en
2007. Durante su discurso en la conferencia D. Medvedev tampoco anduvo con
vueltas a la hora de señalar la responsabilidad occidental frente a la escalada
del terrorismo, la crisis migratoria, la crisis ucraniana y las primaveras árabes
con las “infructuosas tentativas de querer imponer una democracia global a la occidental”.
Y agregó una alerta más que importante para Occidente respecto de una crisis
que aún no figuraba en sus radares pero no tardará en hacerlo: Moldavia en
dónde el ejército ruso aún sigue presente.
Pero es sobre todo
respecto del conflicto sirio que Occidente y Rusia tienen hoy sus mayores
diferencias, y esas diferencias tienen nombre y apellido: Bashar al-Asad, el
presidente sirio. Occidente desea un acuerdo del que no forme parte el actual
gobernante de Siria, mientras que para Rusia, Bashar al-Asad debe sí o sí ser incluido en
la negociación. No es que Rusia (al
igual que China) sea particularmente
adepta al régimen sirio de Bashar Al Assad, sino más bien que el gobierno de Vladímir Putin no desea
que suceda con Siria lo que con Libia,
es decir que se produzca un “basculamiento” sirio a manos de Occidente,
ni que tampoco se produzca un caos regional como el significó la “decapitación”
del régimen de Muamar El Gadafi.
Respecto al reclamo
occidental materializado por los oradores franceses y estadounidenses que
exigen a Rusia el detener los bombardeos a civiles y a la oposición moderada en
Siria, D. Medvedev respondió desmintiendo categóricamente que su país tenga
civiles como objetivos : « No existe prueba alguna » aseguró el primer ministro ruso. Por su parte
el ministro de relaciones exteriores ruso M. Lavrov fue todavía más
lejos « todo esto significa que los Estados Unidos no detendrán sus
disparos aéreos pero Rusia sí debería hacerlo. Es lamentable; pero esto
significa que este acuerdo de Múnich será imposible de poner en práctica y esto
será culpa de los Americanos »
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