Gepolítica de Nicaragua 2016: victoria de Daniel Ortega en las elecciones y tercer mandato en marcha

Después de su victoria en las elecciones presidenciales del 6 de noviembre del 2016, y con una victoria con más de un 70% de los votos, Daniel Ortega inicia su tercer mandato como presidente de Nicaragua (uno de los países más pobres de América Latina despues de Haití, junto con Honduras) nunca está de más recordarlo) no sin algunas polémicas alrededor de su relación con el poder.

Es evidente que para los analistas de izquierda latinoamericano, la situación de Nicaragua resulta un tanto incómoda. Para aquellos que les gusta poder definir las cosas en término de bien o mal, en blanco o negro, Nicaragua es un país que tiende más bien a gris. Según se lo mire y/o se lo compare , se lo puede evaluar positivamente o negativamente.
Ya de entrada para mencionar que en el propio partido sandinista se vive un conflicto fratricida, una escisión muy profunda al interior mismo del movimiento. Si bien muchos analistas sostienen que el sandinismo ya no es lo que era antes, como bien dice el analista internacional francés Maurice Lemoine "quién sigue siendo lo que era 35 años después". 

Varias acusaciones pesan por parte de la oposición, una oposición por cierto muy fragmentada, como por ejemplo el haber constituido una dinastía en el poder, en donde los familiares cercanos al presidente Ortega ocupan cargos de suma importancia.Pero como siempre, todo pronunciamiento de la realidad depende a su vez con el punto de comparación: en ese sentido también podríamos hablar de dinastía Clinton o de dinastía Bush e incluso de la dinastía Kirchner. Otras de las acusaciones que pesan, es la de haber modificado la constitución para poder ser elegido por tercera vez, logrando de esta manera, escandalizar a unos y a otros con la posibilidad de eternizarse en el poder. Una vez más, el punto de comparación es el que marca el tinte, en Alemania por ejemplo, Angela Merkel se prepara para su tercer mandato, habiendo gobernado más que Chávez, Morales, Correa y que el propio Ortega sin que se haya escuchado por parte Occidente alerta alguna por el peligro democrático que podría amenazar Alemania.  

El frente sandinista hoy vive en un especie de juego pendular, ciertamente fruto de la necesidad, que creemos conveniente subrayar. Por un lado, la pertenencia la la Alianza Bolivariana (ALBA), un bloque regional que podríamos definir como neo-socialista fundado por el fallecido Hugo Chávez y por el otro, un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Nicaragua es a la vez, siempre según se lo mire, en el plano discursivo un anti imperialismo virulento y por el otro, la implementación de políticas neoliberales suavizadas por un asistencialismo galopante.
Entre otras críticas, podemos citar el no haber podido sacar a más de la mitad de la población de la pobreza extrema (casi el 60% de la población se encuentra en situación de pobreza extrema), la dependencia de la renta petrolífera bolivariana, el personalismo excesivo alrededor de Daniel Ortega, la discriminación entre los afiliados al Partido y los que no, por ejemplo para las elecciones, los afiliados podían obtener el documento en forma gratuita y los que no lo estaban, debían abonar unos 300 córdobas y entre los aciertos sin dudas después de 16 años de liberalismo económico criminal entre 1990 y 2006, Daniel Ortega consiguió mejorar parte de la situación social de las clases más castigadas, la implementación de planes sociales como hambre "0" que han permitido casi erradicar el hambre en el territorio, así como notables mejorías en términos de viviendas, educación, salud, planes de apoyo al cooperativismo.


Los desafíos del neosocialismo
Después del fin de la guerra fría, la izquierda latinoamericana se debe ella misma someterse a una especie de actualización, refresh, algo asi como lifting ideológico y comunicacional, si es que pretende segur sobreviviendo en estos amaecers del siglo XXI.

Para los países neo socialistas latinoamericanos, entre los que se encuentra por supuesto Nicaragua, se trata entonces de intentar comunicar de manera inteligente dentro de un contexto democrático, integrando los puntos de vistas (algunos a priori antagónicos) de interlocutores, para asegurar de esta manera un dialogo pluralista fundamental para la cohesión social de cada país y del continente.
"Una nueva era ha comenzado, solo aquellas administraciones o gobiernos que sepan entenderlo y adaptarse, sobrevivirán".