Geoplítica: La Guyana Francesa frente al desafio intercultural

Audio podcast Ivoox sobre geopolítica de la Guyana francesa por Damián Jacubovich

Contenido del audio sobre la geopolítica de la Guyana Francesa
- Una base de la OTAN en continente suramericano
- genocidio cultural de las minorías étnicas
- Convulsiones sociales producidas por el euro en la región

Novela sobre la Guyana Francesa por Damián Jacubovich

Artículo de Damián Jacubovich publicado en Cuadernos Interculturales, Universidad de Valparaiso, chile, 2008.
RESUMEN

La Guyana Francesa se encuentra ubicada en la región noreste de América del Sur; limitando al oeste con Surinam, al norte con el océano Atlántico y tanto al este como al sur con Brasil. Se pueden subrayar dos problemáticas fundamentales a la hora de pensar las dificultades de un desarrollo socio-político intercultural constructivo para el departamento francés : los problemas de cooperación que se plantean entre los diferentes grupos socioculturales que interactúan dentro del cuerpo guyanés y las convulsiones socioeconómicas y políticas que la divisa europea impone en esta porción del territorio latinoamericano. Este artículo propone una mirada socio-intercultural sobre una región de nuestro continente, administrada, recordémoslo, por una de las grandes potencias del mundo de hoy, la Comunidad Europea.

1) INTRODUCCIÓN

De la Guyana Francesa se puede decir de entrada que su posición geográfica la convierte en la única pasarela continental que une Europa con América Latina . Su superficie total abarca casi 84.000 kilómetros cuadrados, convirtiéndose en el departamento más vasto del territorio francés. Su patrimonio natural puede calificarse como excepcional ya que la jungla guyanesa representa la única selva tropical europea; y el hecho de que se encuentre casi indemne, favorece el desarrollo de una biodiversidad fuera de lo común. Su riqueza cultural es el otro gran patrimonio de este departamento europeo. En su territorio 10 lenguas pueden pretender el status de lengua regional según los criterios de la “Charte Européenne” de 1992.

Sin embargo, la cohabitación de este universo pluricultural, difícilmente puede catalogarse como armoniosa. En efecto, parecería que ninguna de las diversas minorías que componen la población franco guyanesa, logra encontrar su lugar en esta sociedad desorientada en muchos aspectos. Los persistentes problemas de comunicación y de cooperación entre los diferentes grupos socioculturales, representan un óbice significativo para aquellos que sueñan con el advenimiento de una Guyana integrada e integradora.
Según datos del INSEE -Instituto nacional de las Estadísticas y Estudios Económicos statistique et des études économiques (2003), el número de habitantes de la Guyana es de 178.347 ; de los cuáles un 30% serían extranjeros. La densidad de la población ostenta una desigualdad de lo más sorprendente: 2 habitantes por kilómetro cuadrado en la totalidad del territorio, contra 1.745 habitantes por km² en su capital, Cayena. Eso sí, absolutamente todos sus ciudadanos tienen acceso a las indiscutibles ventajas socioeconómicas que otorga y asegura el pasaporte o, bien, la residencia europea.

En la Guyana Francesa, un salario mínimo representa alrededor de unos 1.200 dólares. Y a esta cifra se le debe añadir la protección social del estado francés, que alcanza a cubrir la casi totalidad de los gastos que giran alrededor de la salud y la educación.

Frente a este panorama, dos preguntas se materializan de inmediato. En el plano sociocultural, interrogarse acerca de los desafíos que se le plantean al gobierno francés de cara a este (por ahora) claro fracaso del diálogo intra-departamental ; y en el aspecto socio-político, indagar acerca de las consecuencias de la presencia de este verdadero “El Dorado” anclado en el hemisferio norte del continente.

Finalmente y por diversas razones, pese a tener “mucho” para ofrecerse mutuamente, el intercambio entre el departamento francés y el resto del continente sigue siendo casi insignificante. Este último hecho suele sorprender a numerosos observadores internacionales que coinciden a la hora de señalar el sin fin de enseñanzas que la realidad guyanesa puede ofrecer a los países latinoamericanos, (ni que hablar del potencial socio-económico guyanés); por otro lado queda claro, que la Guyana no debería a su vez, menospreciar la incomparable riqueza que trae consigo la experiencia latinoamericana.

2) INTERCULTURALIZAR LA POBLACIÓN: ¿EL DESAFÍO SOCIO-EDUCATIVO?

En un esbozo bastante simplista, la población guyanesa puede dividirse en:

a) Los franceses provenientes de la Francia metropolitana (“Les métros”): Representan casi el 12% de la población y se desenvuelven principalmente en puestos administrativos. Por lo general no suelen quedarse en la Guyana más de cuatro años. Según datos del INSEE, sólo el 7% de la población metropolitana presente en Guyana en 1990 residía todavía en el departamento en 1999. Vale decir entonces que el 93% se había marchado en esos 10 años. Efectivamente, la inmensa mayoría de los nacidos en la Francia metropolitana se marcha en los 5 años que siguen a su llegada.

b) Los “criollos”: son alrededor del 30 %, y constituyen el sector poblacional más importante de la Guyana. En este departamento el término hace referencia a los descendientes de esclavos que, de una manera u otra, adoptaron los modelos occidentales. Encuentran sus orígenes en la mezcla de antepasados de procedencia africana y distintos grupos inmigrantes tales como chinos, europeos, hindúes y otros.

c) Los negros cimarrones: alcanzan aproximadamente el 20 % de la población, son descendientes directos de esclavos rebeldes escapados de las diversas plantaciones ubicadas en el Surinam (antigua Guyana holandesa) durante el siglo XVIII. Ocupan principalmente la zona fronteriza con el Surinam.

d) Los amerindios: población que a su vez puede fraccionarse en otras seis etnias, viven en su mayoría relativamente aislados de la población en general.

e) Otras poblaciones: africanos, brasileros, chinos, criollos de las Antillas (santos-lucianos, reunioneses y haitianos), dominicanos, guyaneses (República de Guyana), Hmong, libaneses, surinameses (etnias diferentes à los cimarrones), peruanos, venezolanos.

Semejante diversidad se refleja obviamente en las distintas esferas de la sociedad guyanesa. Dentro de este marco, resulta prácticamente imposible encontrar en todo el territorio un aula del sector primario en dónde todos los alumnos tengan por lengua materna el francés. En cambio, las aulas íntegramente no francófonas son las más numerosas, cuando paradojalmente el idioma galo es la lengua oficial por excelencia.

En consecuencia los distintos establecimientos educativos tienen la obligación de adaptarse a un medio ambiente geográfico y humano inédito para la República francesa, convirtiendo la región en una especie de campo de experimentación para un desarrollo humano durable.

Para cumplir con la legislación nacional que exige que todos los niños de entre seis y dieciséis años de edad, sin distinción de sexo ni de nacionalidad, puedan tener acceso a la educación, el Estado debe afrontar un sin fin de dificultades ligadas en su mayoría al crecimiento continuo de la población (creación de escuelas, creación de puestos de maestros, etc.) y a la escolarización de niños no francófonos y extranjeros (censos, transporte escolar , etc.).

No obstante, numerosos expertos opinan que “el gran desafío guyanés” pasa ante todo por lo cultural; traduciéndose en lo inmediato en tratar de generar un principio de entendimiento en este heterogéneo cuerpo social .La convivencia diaria de los diferentes grupos resulta por lo general bastante tensa. Basta escuchar los testimonios y lamentaciones diarias de los unos sobre los otros:

- “Los criollos son intratables, no quieren a nadie y nadie los quiere. Con los demás no hay problema alguno” afirma una maestra metropolitana.

- “Vienen acá por un tiempito, hacen plata, ocupan los cargos más importantes sin conocer nada de la realidad guyanesa y después parten así como así” constata un funcionario criollo haciendo referencia a los metropolitanos .

- “Los amerindios son de lo más indisciplinados, lo único que saben hacer es esperar principio de mes para cobrar su RMI y bebérselo en tres días” se lamenta un empleado de origen cimarrón.

- “Los bonis (o bien Aluku, etnia perteneciente al grupo de los cimarrones) ocupan todas las municipalidades de la región , sólo podemos conseguir contratos temporarios de seis meses, y encima para cortar el pasto. No nos quieren, nos discriminan. Hasta los brasileros que no tienen papeles los tratan mejor que a nosotros. Necesitamos representantes indígenas para defendernos” se lamenta un joven amerindio desempleado oriundo del Haut Maroni.

Frente a este panorama, interculturalizar la población aparece como uno de los objetivos primordiales que se le plantea a la Educación Nacional Francesa en este territorio. Instalar lo intercultural, crear “pasarelas interculturales” en el cotidiano de los alumnos, maestros, padres y funcionarios. Siendo el objetivo principal, por un lado, poder mejorar los insuficientes resultados educativos que el departamento anualmente obtiene, y, por otro, trabajar en la formación y promoción de futuros ciudadanos abiertos al diálogo, al reconocimiento, al respeto y a la valoración del otro.

El grave problema de la integración de los amerindios pone de manifiesto el carácter urgente de la situación. Este sector de la población es considerado por muchos analistas como él que más contrariedades presenta a la hora de adaptarse a la actual dinámica socio-política francesa. Alienados por una sociedad de consumo que hace estragos culturales, incluso en las poblaciones más aisladas y, a la vez, padeciendo las gravísimas consecuencia de una crisis de identidad pocas veces vista, los jóvenes amerindios representan quizás el margen poblacional más vulnerable y por ende más endeble a los distintos peligros de este literal “choques de culturas”. Ignorados por la sociedad en general, sin verdaderas posibilidades de integrarse al mundo occidental, a años luz del prototipo de ciudadano que pregona la Comunidad Europea, y lobotomizados por el asistencialismo estatal, las nuevas generaciones amerindias no encuentran las bases suficientemente sólidas en dónde asentarse; y en algunos casos el peso del fracaso puede resultar mortífero.

El índice de depresión, tentativa de suicidio o de suicidio mismo, alcanza proporciones relativamente importantes en este sector de la población; incluso más altas que sus conciudadanos parisinos, lo cuál ya es un decir. Por más que en este tipo de minorías “el suicidio existe desde hace tiempo, incluso antes de la aculturación radical, y que su relación al cambio social es compleja” (Tousignant, 1991:198), cabe preguntarse acerca de las verdaderas responsabilidades del gobierno francés con respecto a este fenómeno.

“Es la culpa del blanco ese, que vino una vez, hace mucho años y les dijo a nuestros abuelos que tenían que hacer sus “papeles” remata una mediadora cultural amerindia haciendo referencia al célebre geógrafo Jean-Marcel Hurault, uno de los pioneros en el estudio de las minorías amerindias y cimarronas en la Guyana Francesa.

Ciertamente se debe reconocer que, en estos últimos tiempos, el Estado Francés ha dado algunas señales de esperanza en la búsqueda de soluciones para este tipo de encrucijada socio-intercultural que se le plantea; pero el camino se presenta arduo y difícil, sobre todo teniendo en cuenta el sorprendente retraso del país galo en cuanto a experiencias estatales capaces de responder a algunas de las problemáticas socio-interculturales más importantes.

La experiencia latinoamericana ha demostrado que la implementación de políticas comunicacionales socio-interculturales por parte del Estado, resulta fundamental a la hora de alcanzar un nivel óptimo de gobernabilidad; ya que la comunicación intercultural juega un papel fundamental a la hora de optimizar los canales exteriores e interiores que hacen al sistema de comunicación de cualquier gobierno local o federal.

Las políticas interculturales terminan potenciando de esta manera las posibilidades de:

• Posicionarse de manera inteligente en el lugar de la entidad con la cual se propone interactuar.
• Conocer la cosmovisión de la misma, aprovechando, valorizando y respetando sus códigos socioculturales.
• Visualizar mejor sus necesidades.
• Entender y compartir “su lenguaje”.
• Fortalecer la eficacia de los intercambios.
• Potenciar las estrategias de negociación.
• Ganarse su confianza.

Esta nueva era no permite pensar la comunicación como un simple intercambio entre dos interlocutores, sino más bien como el encuentro de dos mundos diferentes.

La aceleración de la mundialización ha sabido generar un movimiento importante en lo que respecta el desarrollo de nuevas alianzas, mercados y acuerdos de cooperación internacional. Esto implica a la vez el surgimiento de una “novedosa” competencia, que es el perfeccionarse en el manejo de un mayor número de interfases . De esta manera, se trata entonces de saber confrontarse a esta diversidad intercultural emergente: diferencias lingüísticas, culturales, tradicionales, legislativas, socio-económicas, etc.

La interculturalidad estatal asegura, de esta manera, que estas diferencias sean tomadas en cuenta a la hora de tomar decisiones políticas de Estado.

Hablar de la aplicación de la interculturalidad como política de comunicación al servicio del Estado o bien, los gobiernos locales, permite reforzar el diálogo en los diversos procesos de comunicación en los que el Estado interviene.

3) DEL EURO, SUS FRONTERAS Y OTROS DEMONIOS…

La poderosa divisa y/o la protección social garantizada por el Estado francés, ambos sinónimos de una indiscutible seguridad en el plano material, parecerían resultar demasiado tentadoras para las poblaciones vecinas necesitadas del continente. Numerosos brasileros, peruanos, surinameses, haitianos y otros, desembarcan a diario en el departamento guyanés con la firme esperanza de poder conseguir un trabajo renumerado en la codiciada moneda, y algún día tal vez poder llegar a legalizar su situación.

El criterio de “rentabilidad”, nuevo profeta de estos tiempos, halla fácilmente su tierra prometida en suelo guyanés.

“¡Imagina la diferencia chico!”, lanza una prostituta dominicana que trabaja en Maripasoula , “Aquí, en los garimpos puedo llegar a sacar hasta unos 200 euros diarios. Con dos días de trabajo aquí, puedo alimentar por un mes a toda mi familia, allá”.

En el área de la construcción, la diferencia también es significativa. Un albañil calificado y sin papeles puede llegar a sacar hasta 2.000 euros mensuales. En la selva, aislados de todo, incluso de los controles fiscales, el 80% de los trabajadores son extranjeros y el 75% está en situación irregular (Charrier, 2002: 14). ¿Las razones?

Extranjeros, porque la mano de obra por lo general escasea en estos sitios aislados, generando así una oferta demasiado atractiva para las poblaciones vecinas. E ilegal, porque resulta mucho más rentable para los contratistas trabajar con personal en situación irregular; gente a la cual se le puede pisotear los derechos sin posibilidad alguna de reclamo, ni que hablar de justicia.

Resultado y paradoja: la misma población que el Estado Francés pretende expulsar, achacándole la culpa de ser el germen de todos sus males, está construyendo, allá en la Guyana profunda, las escuelas, los centros de salud, las viviendas, etc.

Es necesario subrayar que no todos los extranjeros se hallan en la misma situación. En casi todos los sectores públicos se debe recurrir anualmente a la importación de recursos humanos. Podemos citar como ejemplo el caso de Cuba, que ha sido uno de los países elegidos a la hora de firmar acuerdos para el desembarco de decenas de médicos provenientes de la isla.
La Guyana, como muchos de los países primer mundistas, no es autosuficiente a la hora de asegurar con sus propios recursos humanos las necesidades básicas del Estado, es decir su funcionamiento.

Inducida por la ley de la oferta y la demanda, la ola de inmigración no se detiene y no es para menos. Cualquier actividad, legal o ilegal, honesta o deshonesta, resulta económicamente más que provechosa para un sin fin de inmigrantes cansados de vivir al día en sus lugares de origen.

“Robar una billetera que contiene euros es por lo general mucho más interesante que robar una que contenga reales” nos explica sabiamente Ricardo, un joven brasilero que trabaja cargando bolsas en el mercado de Cayena.

El busness, incluye por supuesto la venta de drogas, o cualquier otro negocio que se ofrezca por ahí. No resulta extraño entonces, que los índices de actividades ilegales, lo mismo que la violencia que se genera alrededor de éstos, sean particularmente altos si se lo compara con otras regiones latinoamericanas con un índice poblacional similar.

Pero las desaventuras del euro en la Guyana Francesa no terminan aquí. Asfixiado, por un lado, por el incesante aumento de la población y penalizado, por el otro, por la ineficacia o languidez de algunos de sus funcionarios, el estado guyanés se ve desbordado en casi todas sus áreas. Para colmo de males, el sector estatal se confronta a dificultades, cuantitativas y cualitativas, inéditas en muchos aspectos para los actuales países europeos. Un ejemplo es el tener que garantizar la salud, la vivienda, la educación, etc., en sitios totalmente aislados, a los cuales puede accederse solamente tras dos días de navegación o bien en helicóptero. En consecuencia, a la hora de realizar cualquier obra de construcción, por mínima que ésta sea, el costo del transporte del personal, así como el de los materiales para la obra, encarece a precios exorbitantes las facturas de las empresas constructoras .

La sofocación del Estado no tiene fin. El área de salud representa otro de los “mega dolores” de cabeza para los funcionarios franceses. En los centros hospitalarios ubicados en las zonas fronterizas, la situación se repite a diario. Un sin fin de mujeres a punto de dar a luz, atraviesan clandestinamente la frontera para asegurarle a su futuro hijo, en lo inmediato, las ventajosas atenciones socio-medicales guyanesas y, a largo plazo, la tan anhelada ciudadanía europea: “Fo pampila, (por los papeles)” nos explica una madre primeriza oriunda de Surinam.

Este fenómeno migratorio, sumado al hecho de que tradicionalmente las familias de origen africano y amerindio son por lo general bastante numerosas, hacen de la Guyana Francesa una de las regiones con mayor índice de natalidad en América Latina : “No paramos de construir ni un minuto” repiten a diario los ingenieros de las diferentes ramas estatales.

Frente a este jaque migratorio, el trabajo de los escasos policías y gendarmes en los puestos fronterizos es catalogado por la población en general como ineficaz y hasta ridículo: “Nos es completamente imposible controlar la inmigración clandestina. La gente puede atravesar los ríos que delimitan la frontera en cualquier momento y en cualquier parte. El trabajo de reconducción sirve sólo para hacer números. A veces en el mismo día, por ahí te toca reconducir tres veces la misma persona” constata un gendarme de la Prefectura.

Influenciadas por un lobby mediático planetario que coloca la seguridad del ciudadano en el centro del debate, no sorprende a nadie que las voces que pregonan militarizar la región ganen en consenso estos últimos años. Lo mismo para los sectores que piden a gritos el fortalecimiento de todos los mecanismos de lucha contra la ilegalidad comercial y, por supuesto, humana.

Justo es reconocer que para el Estado francés la problemática que encierra el control de la inmigración es fundamental a la hora de decidirse a invertir y desarrollar la región. Numerosos analistas sostienen que a mayor inversión, mayor afluencia migratoria de los países vecinos, por ende, más gastos para un Estado francés muy cuestionado estos últimos años por su falta de rentabilidad (nueva función de los Estados del siglo XXI).

En las Guyana Francesa justamente se pone en evidencia las peligrosas consecuencias que acarrean las desviaciones asistencialistas de un Estado de Bienestar. El sistema social francés otorga diferentes derechos a sus ciudadanos que en los estados latinoamericanos podrían calificarse de revolucionarios, hasta utópicos. Por ejemplo, ciertos subsidios estatales permiten el buen vivir de un ciudadano sin que éste precise de trabajar. Pero, como todo paliativo, dependiendo del abuso que se hace del mismo, es que se puede realmente medir su eficacia .

El gobierno guyanés puede atestiguar varias de las consecuencias de esta arma de doble filo. Por ejemplo lo que respecta la tasa de desempleo que es relativamente alta , habiendo, como lo hemos mencionado, una importante demanda en las regiones menos urbanizadas. La entrevista a este joven desempleado de la ciudad de Cayena es clarificadora en muchos aspectos: “¿Para qué me voy a ir a meter allá (en la selva), si no hay nada? Encima me puedo agarrar alguna enfermedad tropical. Con lo que me da el Estado me alcanza para vivir hasta que encuentre algo que me guste en la capital”. ¿Cuánto tiempo hace que estás desempleado? “Seis años”.

“Rentabilizar la Guyana”, resulta entonces para muchos el desafío socio-económico. Sobre todo si se pretende protegerla de este doble asistencialismo crónico que el departamento francés padece. Doble, porque de un lado, su falta de rentabilidad la convierte -y no sin razón- para sus pares metropolitanos en una especie de hijo bobo que la Francia mantiene; y, por otro, un asistencialismo que favorece la reproducción de un ciudadano tipo zombi, acostumbrado a que las cosas le vengan de arriba, y sin motivación alguna para desarrollar su capacidad productiva y/o intelectual. El problema guyanés, claro está, no releva solamente de cuestiones estructurales, sino también de ciertos principios éticos que hacen a una verdadera democracia.

De más esta decir que el desafío del departamento no es llegar un día a poder financiarse sus propios vicios, sino más bien poder solventar su propia cura. Las chances de concretizar este proyecto dependen en gran parte de la participación y el trabajo conjunto de los distintos grupos que constituyen el cuerpo social guyanés. Su éxito permitiría, sin duda, la posibilidad de mostrar a sus vecinos latinoamericanos que una democracia social y política además de posible, no se mendiga, sino que se construye.

Bien puede que finalmente las urgencias guyanesas no sean menos urgentes que las del continente ya que, en ambos casos, se trata de acabar con la miseria humana.

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Damián Jacubovich



Damián JACUBOVICH, 41 años, geopolitólogo, especialista en conflictos geopolíticos y geoestrategia en América Latina y el mundo. Ha trabajado como diplomático para el gobierno francés en América Latina y como asesor en relaciones internacionales para diferentes alcaldías en Argentina. Actualmente se desempeña como investigador del departamento de Economía Política y Sistema mundial del Centro Cultural de la Cooperación   como asesor y consultor independiente en diversas temáticas que hacen a la geopolítica y participa en distintos medios nacionales e internacionales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pero se puede trabajar y ademas la moneda es el euro que tanto anela un colombiano