Por Damián Jacubovich geopolitólogo
La cara y la cruz, la maldición y la bendición de la ahora República Bolivariana de Venezuela siempre ha sido el petróleo, al menos desde principios del siglo XX, que es cuando se comenzaron a descubrir los primeros yacimientos. La abundancia del “oro negro” y su mal aprovechamiento para el desarrollo socioeconómico del país ha sido durante todo el siglo XX y lo que va del XXI una constante en la historia venezolana.
Hugo Chavez, ha sido el primer presidente de este país en aprovechar este fabuloso recurso para desarrollar y expandir un proyecto neo socialista nacional y latinoamericano basado en la redistribución de una fantástica renta petrolera. La crisis mundial ha tenido entre otras consecuencias, una profunda disminución del precio de este preciado recurso.
En este sentido para el chavismo parece haber llegado el momento de la verdad, es decir el momento de la cosecha después de tantos años de siembra, el momento de poder dar un poco menos y apostar a seguir recibiendo lo mismo. La gran pregunta en materia de geopolítica en este caso parece ser ¿Podrá el chavismo seguir manteniendo su eje de influencia en el continente latinoamericano con un barril a 30 dólares y un Brasil imparable en proyección internacional.
Los opositores del régimen chavista sostienen que la mayor parte de las alianzas internacionales del gobierno venezolano dependen en su mayoría y exclusivamente de los aportes anuales que hace Hugo Chávez a los países integrantes del bloque regional del Nuevo Socialismo, mas Irán, Rusia y China; y que por lo tanto el fin de la abundancia de los petrodólares significa para el chavismo un golpe mortal al proyecto bolivariano.
Por su parte, los defensores del régimen por su lado afirman que si bien es cierto que la caída del precio del petróleo obligará a los países aliados al chavismos a buscar otras alternativas de alianzas regionales, no hay que olvidar que el tronco de esta alianza neosocialista es ante todo una alianza ideológica muy fuerte antes que financiera, siendo este punto a menudo subestimada por analistas europeos y americanos.
La cara y la cruz, la maldición y la bendición de la ahora República Bolivariana de Venezuela siempre ha sido el petróleo, al menos desde principios del siglo XX, que es cuando se comenzaron a descubrir los primeros yacimientos. La abundancia del “oro negro” y su mal aprovechamiento para el desarrollo socioeconómico del país ha sido durante todo el siglo XX y lo que va del XXI una constante en la historia venezolana.
Hugo Chavez, ha sido el primer presidente de este país en aprovechar este fabuloso recurso para desarrollar y expandir un proyecto neo socialista nacional y latinoamericano basado en la redistribución de una fantástica renta petrolera. La crisis mundial ha tenido entre otras consecuencias, una profunda disminución del precio de este preciado recurso.
En este sentido para el chavismo parece haber llegado el momento de la verdad, es decir el momento de la cosecha después de tantos años de siembra, el momento de poder dar un poco menos y apostar a seguir recibiendo lo mismo. La gran pregunta en materia de geopolítica en este caso parece ser ¿Podrá el chavismo seguir manteniendo su eje de influencia en el continente latinoamericano con un barril a 30 dólares y un Brasil imparable en proyección internacional.
Los opositores del régimen chavista sostienen que la mayor parte de las alianzas internacionales del gobierno venezolano dependen en su mayoría y exclusivamente de los aportes anuales que hace Hugo Chávez a los países integrantes del bloque regional del Nuevo Socialismo, mas Irán, Rusia y China; y que por lo tanto el fin de la abundancia de los petrodólares significa para el chavismo un golpe mortal al proyecto bolivariano.
Por su parte, los defensores del régimen por su lado afirman que si bien es cierto que la caída del precio del petróleo obligará a los países aliados al chavismos a buscar otras alternativas de alianzas regionales, no hay que olvidar que el tronco de esta alianza neosocialista es ante todo una alianza ideológica muy fuerte antes que financiera, siendo este punto a menudo subestimada por analistas europeos y americanos.
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