¿Porqué aumenta la tasa de suicidios entre los jóvenes amerindios de América latina?
Por Damián Jacubovich
Dejando de lado, en el análisis geopolítico el enfrentamiento entre los bloques de centro izquierda y derecha, del cual permanentemente se habla en los medios masivos de comunicación en América Latina, resulta interesante y necesario, abordar el tema del silencioso genocidio que se produce como resultado del asimétrico choque de la cultura occidental con la cultura de las minorías latinoamericanas así como en el resto del mundo.
Las sociedades indígenas, aborígenes, originarias de América Latina padecen desde la llegada de los conquistadores, además del sangriento exterminio sufrido en su momento, relegamiento económico, etc... el fenómeno de aculturación producido por el imperio de Occidente; que si bien es cierto, ha existido desde los tiempos de la conquista; se ha visto fortalecido o potenciado en los últimos tiempos por la era comunicacional global.
Para las culturas originarias, los síntomas alarmantes de este fenómeno son numerosos como por ejemplo la perdida de liderazgo por parte de los ancianos (desconocedores a veces del idioma dominante de la zona así se trate del español o bien de las herramientas tecnológicas), perdida de tradiciones, culturas, caza, pezca, etc...
Vale recalcar antes de proseguir que la globalización trae también aspectos positivos como la posibilidad de expresarse y revindicarse comunicacionalmente a nivel de identidad cultural).
Entre los distintos aspectos preocupantes e inherentes al impacto de la globalización en las minorías culturales latinoamericanas, abordaremos las dificultades de algunos grupos de adolescentes aborígenes ha definirse y a revindicarse en lo que respecta su identidad cultural, es decir su grupo de pertenencia, la búsqueda del ¿quién soy?; esta clásica introspección se ve dificultada al sentirse de alguna manera, esta fracción poblacional, expulsada de ambos mundos, el ancestral cultural y tradicional y el occidental. No se sienten ni de uno del otro. Claro está que es preciso señalar que esta problemática de los adolescentes amerindios existe y ha existido desde siempre en las diferentes culturas y a los largo de la historia; pero el fenómeno de la globalización cultural dominante parece ejercer una presión sin precedentes en las minorías culturales; y es el caso por supuesto del continente latinoamericano.
En ese sentido, entre los amerindios de la región, la comunidad científica viene observando que desde hace algunos años, la tasa de suicidios entre los adolescentes ha venido en aumento, los números crecientes se encuentran reflejados a la vista, sin que los expertos logren ponerse de acuerdo en el origen o causas de este fenómeno.
¿Cómo poder saber entonces si los suicidios siempre habían existido en esta proporción y los casos al ser investigados más exhaustivamente, emergían simplemente más a la luz, aumentando las estadísticas que antes no existían, o bien efectivamente frente al proceso de pérdida de identidad cultural producida por la globalización, el índice de suicidio entre los jóvenes amerindios estaba aumentando peligrosamente?
Cuando se les pregunta a los amerindios, (porque hay que reconocer que de vez en cuando se los consulta), ellos respondían que los suicidios siempre habían existido, que tal vez ahora había más; pero que no estaban muy seguros, pero lo que si afirmaban era que para la tradición amerindia, el suicidio no tenía una connotación negativa como para la cultura occidental.
El caso de la Guyana francesa resulta simbólico por muchas razones; entre otras cosas; por el terremoto socio-cultural que produce una economía del primer mundo en territorio amazónico.
Imagínense en algunos casos, los adolescentes viviendo pegados a la pantalla de las televisiones satelitales que funcionan con generadores electricos a gasolina reproduciendo las 24 horas, la cultura MTV o Nike, viviendo en media de la nada amazónica, en clanes ancestrales, viviendo de la caza o de la pesca, semidesnudos, el contraste suele ser muy chocante para los jóvenes.
Los padres se hallaban totalmente desbordados por una problemática muy singular para la tradición aborigen; pero muy particular de esta nueva era global: los hijos eran los que ejercían el poder sobre los padres, así como los jóvenes sobre los ancianos en general.
Cuando un padre le teme a su hijo, aumentan considerablemente las posibilidades del chantaje, si eso se propaga en todo el clan, la situación se complica peligrosamente.
"Cómprame esas zapatillas Nike o me suicidio", el clásico ejemplo que ilustraba la problemática a la perfección. El fenómeno del suicidio de los adolescentes amerindios, en la mayoría de los casos por ahorcamiento, parecía propagarse de forma misteriosa por toda la región amazónica. La pregunta espumaba en boca de numerosos científicos franceses. ¿Porqué se estaban suicidando los jóvenes amerindios guyaneses?
En este universo selvático que me toca contemplar hoy, principio de este tercer milenio de la era judeo-cristiana, la globalización permite la convivencia de antiguas creencias y tradiciones de origen africana y/o indígena con las más altas tecnologías europeas, disputándose de esta manera, el reinado amazónico...hasta que claro está, la era comunicacional y digital lo termine arrasando todo.
En el caso de la Guyana Francesa, esta mezcla de tecnología y magia resultaba más efectiva que nunca. En efecto, el poder de la devisa europea brindaba a las poblaciones locales que reciben los subsidios en euros del Estado francés, la posibilidad de adquirir un sinfín de vicios occidentales, empezando por las dos fuentes de contaminación principal, la televisión satelital e Internet. De esta manera, las grandes marcas del marketing global desembarcaban, adueñándose de las culturas, tradiciones y sueños de las poblaciones amazónicas.
¿Resultado? En cualquier pueblito amazónico situado a varias horas de navegación selva adentro, se pueden observar familias enteras amerindias reunidas alrededor de un televisor satelital que funciona gracias a otra genialidad del diablo blanco que es el generador de electricidad a gasolina. La fórmula resulta tan sencilla como diabólica: a diario podía observar los adolescentes indígenas y africanos pegándose a la pantalla para absorber el “Tsunami Hollywood”. De más está decir que la mezcla producida por esta “cultura Nike” con el mundo de las tradiciones indígenas o africanas de la selva, resultaba un coctel devastador, sobre todo en lo que respecta las generaciones más jóvenes que anhelaban fervorosamente pertenecer al mundo occidental que les reflejaba la TV satelital, pantalla que los atrapaba a la vez que los expulsaba. Me dolía el alma constatar la desesperación de los jóvenes, sobre todo la de los amerindios, que no se identificaban ni con sus raíces amerindias ni con la cultura occidental que les reflejaba una imagen cual un oasis en un desierto
No había descanso para el espanto que me producía el genocidio cultural que me tocaba testimoniar silenciosamente. Los ejemplos se sucedían de a miles. Recuerdo uno en particular. Habíamos llegado a un pueblito Wayana y nos había tocado descubrir a toda una familia comentando una película pornográfica, cuyo sonido, gracias a unos parlantes de última generación, se escuchaba desde el desembarcadero que se encontraba a unos 100 metros de la choza.
La maldición del hombre blanco, 500 años después, no sólo no se había detenido, sino que seguía más latente que nunca. Ayer la inquisición y los salvajes barbudos conquistadores, hoy la comunicación digital.
Otros textos relacionados con la temática del mismo autor
Extracto de novela "La Ciudad de los Lobos Blancos" de Damián Jacubovich sobre el suicidio de Amerindios"
- ¿Cuántos años tenía la adolescente amerindia suicidada?
-13 años señor
Decidí recapitular para mis adentros en términos “antropológicos.
¿Porqué se había suicidado?: básicamente porque la madre le había quemado su exiguo guardarropa; pero lo más significativo a nivel simbólico es que la madre había prendido fuego "la hamaca" de su hija.
La hamaca símbolo del vínculo familiar en las tradiciones de los actuales pueblos originarios amazónicos. Quemando la hamaca de la adolescente, la madre dejaba en claro que la negaba como hija suya.
Bien entonces avancemos en este lío:
¿Porqué a la madre se le había dado por andar prendiendo fuego la hamaca de su hija?
Porque el prometido de su niña, Ale, un amerindio de 19 años, (pero de otro pueblo), se había negado rotundamente a irse a vivir al pueblo de su novia, tal como lo había estipulado, durante generaciones y generaciones, la tradición de la etnia Wayana a la que ambos pertenecían.
Porque el prometido de su niña, Ale, un amerindio de 19 años, (pero de otro pueblo), se había negado rotundamente a irse a vivir al pueblo de su novia, tal como lo había estipulado, durante generaciones y generaciones, la tradición de la etnia Wayana a la que ambos pertenecían.
- ¿Y porqué no quiso el joven Ale irse a vivir al pueblo de su chica?, le pregunté a la “capitana”, de Cayodé. – Cayodé (pueblo de la Guyana Francesa de 300 habitantes de dónde era el novio y en dónde había decidido instalarse la fugitiva y apasionada pareja).
Ale no quiso mudarse, había explicado la capitana del pueblo, porque allí "no tienen electricidad y aquí sí. ...El chico no podía por lo tanto conectar sus equipos de música...usted sabe cómo son los jóvenes de hoy"
En medio de la selva amazónica, me hablaban de electricidad, parlantes, MP3...el diablo blanco seguía haciendo de las suyas.
(Unas horas antes de esta conversación con la Capitana de Cayodé)
"¡Hubo otro suicidio en un pueblo amerindio!". La noticia corrió a toda velocidad en el pueblo de Maripasoula. Decidimos viajar inmediatamente en canoa para reunir más información.
La prensa francesa se haría un festín nuevamente.
Apenas llegados al pueblo de Cayodé, dimos con el desdichado novio, aún conmocionado. No era para menos, apenas habían transcurrido unos escasos días del macabro hecho.
-Me dejó una carta antes de ahorcarse, quedó en mi casa. Desde que la encontré colgada no volví a meter un pie ahí.
Ale no quiso mudarse, había explicado la capitana del pueblo, porque allí "no tienen electricidad y aquí sí. ...El chico no podía por lo tanto conectar sus equipos de música...usted sabe cómo son los jóvenes de hoy"
En medio de la selva amazónica, me hablaban de electricidad, parlantes, MP3...el diablo blanco seguía haciendo de las suyas.
(Unas horas antes de esta conversación con la Capitana de Cayodé)
"¡Hubo otro suicidio en un pueblo amerindio!". La noticia corrió a toda velocidad en el pueblo de Maripasoula. Decidimos viajar inmediatamente en canoa para reunir más información.
La prensa francesa se haría un festín nuevamente.
Apenas llegados al pueblo de Cayodé, dimos con el desdichado novio, aún conmocionado. No era para menos, apenas habían transcurrido unos escasos días del macabro hecho.
-Me dejó una carta antes de ahorcarse, quedó en mi casa. Desde que la encontré colgada no volví a meter un pie ahí.
- ¿Por los kunus? (“espíritus malos" en Taki Taki) le pregunté.
- Si Señor por los kunus... ¿no me puede conseguir una pensión para ir estudiar a Cayena?"
- Si Señor por los kunus... ¿no me puede conseguir una pensión para ir estudiar a Cayena?"
- Después vemos el tema de tu “pensión" le dije al muchacho. Ahora vayamos para tu casa y muéstrame esa carta.
¿Suicidada con tan sólo 13 años?, ¿en medio de la selva?, cosa más rara, me repetía a mí mismo
Entramos a la cabaña, y al lado de la puerta, sobre una rústica mesita de madera se encontraba la carta de despedida de la niña ahora muerta. El papel, las palabras, la caligrafía occidental, reflejaba sentimientos, sensaciones que correspondían a las de un adulto. Se hablaba del placer de dormir abrazados, de cuerpos que se extrañaban al amanecer y del dolor insoportable que le causaba la situación de tener que despedirse para siempre de la persona que más amaba.
Hoy ya a la distancia y atrapado nuevamente en la maldita Ciudad de los Lobos Blancos, ese es el único recuerdo que me ha quedado de aquella carta.
Aunque también recuerdo que la carta estaba escrita en francés. Los Wayanas de la Guyana Francesa oralmente utilizan el dialecto "wayana"; pero a la hora de escribir utilizan el francés. El wayana escrito nunca había existido hasta la llegada del hombre blanco.
Mientras hojeaba la carta, de vez en cuando también le echaba una mirada al pobre Alex, que con sus 19 años…transitaba una experiencia forjadora pero del demonio.
Eyo, canoero aborigen Wayana que trabajaba en mi equipo, había quedado hablando a solas con el maltrecho Alex y había obtenido algún detalle más. La fatídica noche, el “novio maldito”, después de llamar reiteradas veces, había tenido que entrar por la ventana de la choza porque la puerta de madera se encontraba extrañamente trabada por dentro. Había sentido inmediatamente la presencia de los malos espíritus, bien antes de correr la cortina que separaba los dos ambientes de la precaria casilla. Ahí estaba la niña. Colgaba de uno de los tirantes de madera del techo y las brisas nocturnas de la selva amazónica parecían mecerla. Alex recordaba poco de lo que había ocurrido después de descubrir el cuerpo. Los vecinos en cambio sí. Eyo el canoero, actuaba de intérprete, “dicen que correr, correr y seguir corriendo por la isla, gritando como loco, tratar de sacar el kunu del pecho, dolor demasiado grande.
"Veremos", le había contestado al desdichado adolescente, cuando éste había preguntado acerca de la posibilidad de conseguirle una pensión para seguir estudiando en Cayena. Los pedidos de los amerindios se multiplicaban por decenas.
¿Suicidada con tan sólo 13 años?, ¿en medio de la selva?, cosa más rara, me repetía a mí mismo
Entramos a la cabaña, y al lado de la puerta, sobre una rústica mesita de madera se encontraba la carta de despedida de la niña ahora muerta. El papel, las palabras, la caligrafía occidental, reflejaba sentimientos, sensaciones que correspondían a las de un adulto. Se hablaba del placer de dormir abrazados, de cuerpos que se extrañaban al amanecer y del dolor insoportable que le causaba la situación de tener que despedirse para siempre de la persona que más amaba.
Hoy ya a la distancia y atrapado nuevamente en la maldita Ciudad de los Lobos Blancos, ese es el único recuerdo que me ha quedado de aquella carta.
Aunque también recuerdo que la carta estaba escrita en francés. Los Wayanas de la Guyana Francesa oralmente utilizan el dialecto "wayana"; pero a la hora de escribir utilizan el francés. El wayana escrito nunca había existido hasta la llegada del hombre blanco.
Mientras hojeaba la carta, de vez en cuando también le echaba una mirada al pobre Alex, que con sus 19 años…transitaba una experiencia forjadora pero del demonio.
Eyo, canoero aborigen Wayana que trabajaba en mi equipo, había quedado hablando a solas con el maltrecho Alex y había obtenido algún detalle más. La fatídica noche, el “novio maldito”, después de llamar reiteradas veces, había tenido que entrar por la ventana de la choza porque la puerta de madera se encontraba extrañamente trabada por dentro. Había sentido inmediatamente la presencia de los malos espíritus, bien antes de correr la cortina que separaba los dos ambientes de la precaria casilla. Ahí estaba la niña. Colgaba de uno de los tirantes de madera del techo y las brisas nocturnas de la selva amazónica parecían mecerla. Alex recordaba poco de lo que había ocurrido después de descubrir el cuerpo. Los vecinos en cambio sí. Eyo el canoero, actuaba de intérprete, “dicen que correr, correr y seguir corriendo por la isla, gritando como loco, tratar de sacar el kunu del pecho, dolor demasiado grande.
"Veremos", le había contestado al desdichado adolescente, cuando éste había preguntado acerca de la posibilidad de conseguirle una pensión para seguir estudiando en Cayena. Los pedidos de los amerindios se multiplicaban por decenas.
Los jóvenes amerindios soñaban con la vida de Cayena, un especie de eterno retorno intercultural.
Vivir en la gran ciudad. Aquí era Cayena, podría haber sido Pekín, Bogotá, Paris. Cayena, la gran ciudad capital amazónica de la Guyana Francesa, de tan solo 100.000 habitantes; pero Cayena, para los amerindios, además de un fin en sí mismo, representaba el paso previo del sueño parisino, Paris, La Gran Tierra del Consumo, el gran sueño occidental de los amerindios.
"Vamos a ver", de eso se trataba, eso era lo que había aprendido estos últimos tiempos de la política francesa, posponer las cosas para más adelante, clave comunicacional de todo funcionario público, no prometer nada que uno no pudiera cumplir, (es decir la gran mayoría de los problemas por resolver), evitar a todo precio el decir "no" a la cara del ciudadano y futuro votante. ¿El voto?: la envenenada medicina del sistema democrático global.
"Vamos a ver", de eso se trataba, eso era lo que había aprendido estos últimos tiempos de la política francesa, posponer las cosas para más adelante, clave comunicacional de todo funcionario público, no prometer nada que uno no pudiera cumplir, (es decir la gran mayoría de los problemas por resolver), evitar a todo precio el decir "no" a la cara del ciudadano y futuro votante. ¿El voto?: la envenenada medicina del sistema democrático global.
"Vamos a ver lo de tu pensión", a eso parecía resumirse el juego político en el que estaba metido, zafar el momento; mantenerse con vida para la próxima misión al mejor postor.
Para colmo de males, en medio de este mierdero total; el tema del suicidio de los amerindios resultaba ser uno de los pocos acontecimientos que en ese momento lograban algún punto de rating en Paris.
El suicidio era noticia y no había mucho más que hablar al respecto
Para colmo de males, en medio de este mierdero total; el tema del suicidio de los amerindios resultaba ser uno de los pocos acontecimientos que en ese momento lograban algún punto de rating en Paris.
El suicidio era noticia y no había mucho más que hablar al respecto
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